lunes, 9 de junio de 2008

II. Entre Escila y Caribdis

Cuando me devoras los labios con la mirada me siento en Mesina. Todo aquél que nos ve se convierte en un eterno navegante, en un viajero sin tregua, en un exiliado. Pero no. Sólo yo puedo ser aquél que todos desean ser.

Entonces te veo atravesar el umbral con pasos breves y yo, complacido, recito mi sentencia. Una y otra vez. Recuerdo a Horacio y en mi mente resuena la palabra “peligro”. Lo ignoro. Mi poeta es Homero.

Una y otra vez. Como la letanía perentoria de un loco condenado a muerte.

-Deliciosa estulticia- murmuro.

Entonces me adelanto y te tomo entre mis brazos. Yo soy Ulises.

miércoles, 4 de junio de 2008

I. Milonga criolla




Alientos que se van mezclando con suspiros trepidantes. Temblante me miras. Siento el sudor de tu mano en mi cintura, tus dedos recorriendo suavemente mi espalda, mi mano rozando tus hombros. El vaivén que me abrasa, fuego etéreo de tus brazos de bronce.

Nuestros cuerpos pegados, casi como si fuéramos uno. Tu cabeza a un lado de la mía, tu nariz respirando mi aroma. Adivinas mi siguiente movimiento y damos media vuelta. Te siento rozar mi cabello, mi cadera dejándose llevar por tu mano en mi espalda, por tu mano caníbal que devora mi piel con sutil delicadeza.

Esta música que es nuestra nos ciñe las cinturas y nos ata al uno con el otro en un rito solemne y sempiterno.

Dancemos hasta morir…
o hasta que se nos corte el aliento y se nos quiebren los huesos.