sábado, 16 de abril de 2011

Meditaciones. Marco Aurelio.

"Nada nuevo; todo es habitual y efímero."

Estoy consciente de que, en un ámbito -el de los estudios literarios- en donde la hiperespecializazión está de moda, hacer una lectura de los escritos personales del último representante de la Edad de Oro del Imperio no tiene ningún sentido. Me encontré con Marco Aurelio mientras leía el Diálogo de la Dignidad del Hombre, de Fernán Pérez de Oliva, y creo que ha logrado en mí aquello que Kafka le escribía a su amigo Óskar Pollak en una carta: "Un libro debe ser un hacha que rompa el mar helado que habita en nuestros corazones". El tiempo, la muerte, la sinceridad con uno mismo, la melancolía. Éstos son tópicos que se repiten con frecuencia en la tradición literaria, pero el tono de Marco Aurelio no es el de alguien que escribe "fuera de sí", con objetividad, simplemente para exponer sus ideas. Él las padece; la suya es una escritura agónica, íntima. "Cómo en un instante desaparece todo: en el mundo, los cuerpos mismos, y en el tiempo, su memoria". Intenta aceptar, una y otra vez, que el tiempo se agota, que tenemos que vivir, que el universo es inmenso pero no por ello el rol del hombre carece de sentido. Pascal diría: "El hombre es una caña pensante"; Marco Aurelio:

"El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras, todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía."



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